viernes, 22 de agosto de 2008

Francisco Orrego Vicuña ex representante de Pinochet en Gran Bretaña es nombrado para que integre Corte Internacional de Justicia en el litigio maríti

Francisco Orrego Vicuña ex representante de Pinochet en Gran Bretaña es nombrado para que integre Corte Internacional de Justicia en el litigio marítimo de Chile con PerúPor Juan Pablo Cáர்தேனஸ்

Publicado el 22 Ago 2008

Con el nombramiento de un juez ad hoc para que integre la Corte Internacional de Justicia en el litigio marítimo con Perú se celebra que el designado sea una personalidad que ha colaborado con gobiernos de más diverso signo. Es decir con los que antecedieron a la Dictadura, con el propio régimen de Pinochet y los que le han derivado. Con ello se expresa, una vez más, algo que ha venido a consolidarse en estos tiempos: reconocer como competentes a aquellos personajes capaces de avenirse a todas las circunstancias políticas, como es la de prestar servicios a los regímenes republicanos como autoritarios. Incluso, como en este caso, haber oficiado como representante de Pinochet en Gran Bretaña y, con ello, justificar los severos crímenes cometidos entonces contra los derechos humanos. A pesar de todos los expertos chilenos en derecho internacional, se asigna al abogado Francisco Orrego Vicuña como el más idóneo para defender los derechos de Chile. En efecto, el Dictador le transfiere la banda presidencial a uno de los políticos que más colaboró con el quiebre institucional de 1973 y que muy tardíamente se integró a los disidentes que sufrieron las múltiples formas de represión. Desde allí que nuestra política viene pagando con distinciones y confianzas a los reciclados de última hora, hasta el grado que nuestro Parlamento parece más bien una guarida de los ultraizquierdistas de ayer y los hijos de Pinochet, que la instancia donde se representen los intereses del pueblo. Sólo por excepción han llegado a La Moneda, al Poder Legislativo y a los municipios los dirigentes sociales y políticos que resistieron al Gobierno Militar. Incluso para integrar la Corte Suprema la Presidenta de la República propone a un juez partidario de la impunidad y cuyas benignas declaraciones sobre el genocidio nazi han escandalizado públicamente. Qué manera de contrastar nuestra realidad con lo sucedido en el mundo después de las guerras mundiales y coloniales, donde a los intransigentes como Adenauer, De Gaulle o Nelson Mandela se les confió la construcción de la democracia y la justicia social. Qué poco tiene que ver nuestro país de hoy con el que le brindó gobierno y gloria histórica a combatientes como O´Higgins, los hermanos Carrera y al guerrillero Manuel Rodríguez. A ese Chile que le rinde tributo a intelectuales como Bilbao y Lastarria. Que premia el arrojo de un Arturo Prat, la irreverencia de nuestros escritores y reconoce como santo al más radical de sus sacerdotes. Que invitaba a residir con nosotros a personajes lúcidos y emprendedores como Andrés Bello y Gay en vez de los mercachifles que hoy vienen a imponernos recetas de negocios y mercados mundiales.Cómo pensar, entonces, que con la actitud que hoy se enseñorea y medra el país pueda recuperar una soberanía cada vez más dominada por los viejos y nuevos colonizadores, una política rehén de la cupularidad y la creciente corrupción. Cuando observamos un estado que desincentiva el sufragio universal, que castiga y se niega a encauzar el compromiso juvenil. Que a los 14 años estigmatiza y expulsa de su colegio a una muchacha atrevida, al mismo tiempo que le regala un cargo de diputado a un tenebroso personaje, experto (según se le reconoce) en reducir los ímpetus insurrectos. Un país que prefiere depositar dinero en el extranjero, antes que repartirla entre los que la producen. Que consagra al lucro y la formación de mano de obra barata como objetivos de la educación, por lo mismo que desestima producir artistas y deportistas. Y que, para colmo, nos ofrece más de los mismos en todas las elecciones. Porque la ecuación del oportunismo y la apatía social es condición fundamental para el "milagro chileno: el gobierno de unos pocos, con unos pocos y para unos pocos.

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